viernes, 27 de noviembre de 2009

Simetrías

Hacía tiempo sospechaba que su mujer andaba con otro. Durante meses su cerebro torturado, ametrallado por el tableteo de las máquinas de escribir no había pensado en otra cosa. La idea de ella en la cama con otro lo acosaba permanentemente. Lo engañaba, sí, pero lo iba a pagar muy caro. Con unos pesos que tenía guardados compró una pistola.

Ese día pidió permiso en la oficina para salir más temprano. Estaba nervioso.
Cuando bajó del colectivo no recordaba siquiera haber subido. Iba con la mirada perdida, obnubilado. Entró al edificio; subió al ascensor y marcó el piso cinco. Con un gesto obsesivo se palpó el bolsillo.

Bajó del ascensor con la llave en la mano. Miró la letra "C" del departamento y le pareció más grande -C de cornudo- pensó, y se enfureció más todavía. El pulso le temblaba y no podía embocar la llave; maldiciendo empujó la puerta con el hombro y ésta cedió. Entró hecho una fiera y se dirigió al dormitorio sacando el arma.

Ahí estaban los dos cuerpos, desnudos sobre la cama, abrazados, dormidos...

Hasta que no se apagó el eco del último disparo no escuchó el llanto del niño; recién ahí reparó en la cuna. Pero... ¡No podía ser! Comprendió. ¡Dios mío! atinó a decir antes de introducirse el cañón aún caliente en la boca y gatillar.

Al escuchar las detonaciones la gente del edificio se había asomado a las ventanas.

En el edificio contiguo también había curiosos asomados, como intentando garantizar la simetría de dos construcciones tan idénticas.

En la puerta del 5º "C" una pareja se despide.

- ¿Qué habrán sido esos tiros? dijo el hombre.

- Quién sabe, a lo mejor un robo.

- ¿Realmente querés que me vaya?.

- Si, mejor; no sea cosa que a mi marido se le ocurra venir más temprano.

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